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miércoles, 30 de marzo de 2011

La vida de Juanin

Me llevó con ella para Madrid de mozo de compañía, me puso en una habitación contigua a la de ella. Era una amplia habitación, con un gran ventanal adornado con una cortina de terciopelo en tonos dorados, la cama era muy grande. Yo nunca había visto nada igual tenía un mullido colchón, hecho de lana bien vareada cada dos meses, unas sabanas blancas de lino adornadas con unas puntillas de encaje de bolillos, que me cambiaban a diario, un cobertor de lana del Val de San Lorenzo y todo cubierto con una colcha a juego con las cortinas, también había un gran ropero para guardar la ropa , una cómoda y una mesa con dos sillas, donde desayunábamos muchos días la señora y yo. Semejante habitación yo ni en sueños me la hubiera imaginado.
A día siguiente de nuestra llegada me llevó a un sastre amigo de ella y me hizo media docena de trajes que con mi porte parecía un príncipe. Yo sólo tenía que atender a todos sus requiebros y mimos, como yo no había estado en tal situación déjeme llevar por ella, también se empeño en enseñarme modales y algo de cultura que tenía medio olvidada, pero como yo era despierto y con ganas de aprender puse mucho empeño en ello. Aprendí deprisa todo lo que me enseñaba.
Se compró un coche y para no llamar la atención me enseñó a conducir, por lo que pasaba por conductor particular, así la acompañaba a todos los sitios. En el otoño hicimos pequeños viajes por las ciudades cercanas a Madrid, para que yo cogiera confianza con el coche y así me fue introduciendo poco a poco en un ambiente más civilizado al que yo no estaba acostumbrado.
Por la primavera organizo un viaje al Roció con sus amigos, yo le acompañe en calidad de chofer hasta que nos unimos al grupo. Unos de los amigos eran un matrimonio de la edad de la marquesa, eran de Huelva por lo que habían echo el camino casi toda la vida. Habían llevado unas carretas para las damas y caballos para los caballeros el resto que éramos los criados íbamos andando al cuidado de nuestros respectivos amos. Yo caminaba cerca de la marquesa por si necesitaba algo, pero por la noche tenía que ocupar un lugar debajo de la carreta de mi señora como el resto de la servidumbre. Solo las mujeres de servicio compartían una carreta que era la ocupada por el utillaje del viaje. Al principio sin que nadie nos viera aun me robaba algún beso pero según nos acercábamos al santuario empezó a decirme que lo nuestro era pecado que teníamos que dejarlo que éramos de distinta clase social y ella era una viuda. Los dos últimos días casi no me dirigió la palabra, yo ya había aceptado que mi situación estaba empeorando, pero mientras fuera el chofer seguía estando mejor que antes de conocerla. Tras la llegada al santuario y la marcha nos dirigimos a Cáceres a descansar. Íbamos los dos solos en el coche, a ella le gustaba mandar al resto del servicio en tren para que la precediera en los viajes y así encontrarlo todo preparado para su llegada, además desde nuestra relación ella disfrutaba de los viajes en mi compañía. Allí éramos una pareja que no tenía que disimular la relación y ella se sentía cómoda. Ese día el viaje para mi era un poco violento no sabía como tratarla por lo que decidí mantenerme en silencio todo el camino. Ella había pensado comer en una posada que había a la mitad del camino donde comíamos otras veces que pasábamos por esa ruta. Yo notaba que estaba muy reservada e incluso diría que algo triste pero no sabía como comportarme como había estado tan distante en la última parte del camino tenía miedo a empeorar las cosas entre nosotros. Al pasar por la plaza de un pueblo donde había una gran fuente se me ocurrió parar el coche y ofrecerle agua fresca, así tenía la ocasión de dirigirme a ella sin violentarla, Cuando me acerque a ella con un vaso de agua fresca ella me sonrió a lo que yo no tarde en corresponderle con un gran abrazo y un sonoro beso en la mejilla lo que a ella le valió una fuerte carcajada. Me dijo, que no quería alejarse de mi que por eso estaba muy triste, como yo había estado todo el viaje callado, ella había pensado que no quería saber nadad de ella. En el Rocío había tenido miedo de que algún amigo sospechara y además se había sentido un poco confusa con el ambiente tan místico vivido en la peregrinación, pero al fin ella era viuda y yo soltero por lo que no teníamos que rendir cuentas a nadie. Al llegar a su casa en Cáceres nos instalamos en la habitación de ella, como en la casa todo el mundo sabía de nuestra relación no teníamos que mentir a nadie, que por otra parte más cuenta les tenía a los trabajadores oír, ver y callar. Por lo que nos sentíamos felices todos los días juntos. Esas semanas en Cáceres las dedicamos a poner al día los asuntos de la finca. Yo como había trabajado y conocía bien el terreno le aconsejaba, sobre todo con respecto a la mejora de las condiciones de los trabajadores, que no les faltara alimento, yo que tanta hambre había pasado.
A mediados de junio nos marchamos para Madrid para organizar el viaje de todos los años a San Sebastián donde se uniría a nosotros el hijo de la marquesa.
Salimos de viaje dos semanas después, los dos en el coche, unos días antes nos habían precedido el ama de llaves y una doncella para preparar la casa para la llegada, el resto del personal era el de otros años de la zona. El día era propicio para el viaje pues estaba nublado y no hacía calor por lo que el viaje resultaba placentero, mas yo notaba que ella cada vez estaba más triste y reservada. No lograba animarla con mi conversación y poco antes de nuestra llegada me pareció ver una lágrima en sus preciosos ojos azules. Busqué un lugar apartado de la carretera, me metí en un camino de paso de animales, me bajé del coche y fui a estrecharla entre mis brazos lo que conseguí que ella se derrumbara y comenzara a llorar copiosamente. Le ofrecí mi pañuelo para que se limpiara. Me dijo:
- En San Sebastián tenemos que estar separados, yo tengo que guardar las formas y más con la llegada de mi hijo, al que no quiero poner sobre aviso de nuestros líos amorosos, él piensa que sigo queriendo al marques, mi hijo estaba muy unido y no ha superado su muerte.

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