Marco llevaba seis meses y un día sin inspiración, desde que vio pasar por la calle mayor camino
del cementerio, el catafalco con los
restos de su amada Leonor. Desde aquel
día su vida se había quedado vacía, era como si su alma se hubiese ido con su amada.
Todos los días salía del covachón que le servía de
morada. Un lugar lúgubre, medio desconchado,
sin ventilación, era su último refugió desde que no tenía inspiración.
Marcos era el
segundón de una rica familia blasonada.
El primero era el heredero, el segundo el destinado a la clerecía y en este
caso no hubo más que cinco hermanas a las que hubo que dotar. Por lo que el
peor parado fue Marcos, que sin comerlo ni beberlo se vio en el seminario de
Astorga, donde aprendió a escribir y el significado de la palabra hambre en
todas sus definiciones. Para evadirse de
ella comenzó a divagar su mente en historietas en las que se imaginaba
recorriendo otros mundos y desempeñando otros trabajos. Nunca sabremos
si tales historias hubieran sido dignas de alabanza, pues nunca pasaron al
papel.
En una pequeña excursión por la ciudad se topó con una
mozuela muy resuelta, además de bella,
de la que se quedó prendado. La
moza se sonrojo a su mirada y no
tardando mucho se perdió por los
portales con su seminarista, robándose
besos y algún roce, digno de un buen
confesionario.
Marcos loco de
amor por la joven colgó los hábitos y la
familia, que no aceptaron que los fuera
a condenar por no tener un clero que les rezase.
Se colocó en una
taberna donde a parte de palos recibía unos maravedíes, con los que pensaba
llevarse a su Leonor a compartir tan mísera
vida. Lo que no sabía él, es que
Leonor además de requebrar con él también ponía oídos a un rico comerciante, que
además de mucho dinero también poseía unos cuantos años más que ella.
Marcos se quedó sin su amor y la prometedora carrera clerical en apenas
unos meses.
Quiso pasar por la taberna un escribano que necesitaba de
un muchacho del que se ayudase para su oficio y Marcos se ofreció, para tal fin. Con el cambió gano en calidad de
vida. Le motivó a que a la afición de inventar historias se le uniera la de
escribirlas. No tardando en interesar a un editor, que las publico
mensualmente lo que le supuso unos maravedís extras. El público se aficiono a
estas novelitas y las fue pidiendo con más asiduidad. Lo que le supuso tener
que escribir una semanalmente. Nunca tubo problemas en escribirlas, si estaba un poco falto de
inspiración espiaba a su querida Leonor y la imaginación se aliaba con su
pluma.
Llegó a tener una
habitación en una posada, donde no le faltaba la buena comida, ni la cama limpia. Mas todo esto se marcho con su amada camino del cementerio. Todos los días iba
hasta su fría losa, donde su inspiración
se helaba cada día más. Pronto perdió
todos los privilegios que tenía y fue a parar a esa humilde covacha, donde no
veía la luz, igual que su mente.
Había comenzado a
beber, quizás más de la cuenta. Un poco para olvidar y otro poco para calentarse. Todos los días se ponía enfrente de las
cuartillas blancas y por la mañana seguían más blancas, si les descontamos los
pringones de vino.
Aquel día había
estado en el cementerio y una suave capa de nieve había cubierto la blanca piedra
de mármol donde reposaba Leonor. Él intentó limpiarla, para que la nieve no borrase el nombre amado,
mas cada vez los copos eran más grandes al cabo de unas horas los enterradores
lo habían sacado a rastras del cementerio y lo habían dejado en el poyete de
entrada, medio muerto de frio. No supo cuanto tiempo estuvo allí, hasta que pasó por allí un pobre hombre, que se lastimo de él. Lo recogió y se lo llevó
a su casa, donde le preparo un vino caliente con azúcar y lo cubrió con una
manta. Allí estuvo un par de horas hasta que reaccionó y entró en calor,
dándole las gracias se despidió del benefactor y se dirigió a su covacha.
Como todos los días se sentó delante de las cuartillas
blancas, donde estuvo un buen rato sin logar escribir un párrafo. Al día
siguiente vio asombrado que dos de las cuartillas estaban llenas de una bonita
caligrafía con una historia muy interesante. Él no recordaba nada de lo escrito, además la caligrafía estaba seguro
que no era suya. Al día siguiente le pasó lo mismo y así durante un mes. Intrigadísimo por el fenómeno
tan raro que le estaba pasando decidió estar toda la noche en vela y esa
noche las cuartillas estaban vacías. Pensó
que tal vez era sonámbulo, mas no estaba muy seguro del misterio.
La obra que sin
saber cómo se estaba escribiendo era genial,
una verdadera obra maestra. Todos los
días la leía y releía con gran entusiasmo por ver sí, se acordaba de algo, pero había llegado a la
conclusión, que tal vez él no fuese el
autor. Cuando solo quedaba un capitulo, para acabarse en la última frase de la novela
se despertó. Vio a un hada azul diminuta
que usando su pluma escribía sin inquietarse. La sensación fue tan maravillosa
al ver a aquel ser diminuto y tan bello, que sin querer se durmió profundamente. Al cabo de una semana los
vecinos al no saber nada de Marcos
inquietos abrieron su habitáculo y lo encontraron muerto reposando encima de la mesa, junto con gran
número de páginas escritas, atadas con una cinta de raso. Como no sabían leer ninguno no le dieron
importancia al manuscrito. Al día siguiente del entierro el dueño hizo
una almoneda con las escasas pertenencias de Marcos, con el fin de recuperar
parte del dinero debido por el finado.
Pasó por allí un
noble que le llamó la atención aquel manuscrito y se lo compró por un
maravedí. Al llegar a casa lo leyó y
quedó prendado de la novela, se durmió pensando en que al día siguiente lo
daría a conocer. Por la mañana apareció muerto en su cama a causa de un
infarto. Pasaron sesenta años en los que el manuscrito siguió guardado en la
polvorienta biblioteca del difunto noble, cuando un nieto de éste tiro la vieja casa heredada, para hacerse
otra más moderna. Viendo que la biblioteca de su abuelo era una pieza muy
valorada por otros, no por él, aceptó la oferta de un anticuario de Londres,
que se la llevó integra.
Haciendo inventario de las piezas adquiridas descubrió el
polvoriento manuscrito, que una vez leído le maravillo. Se puso en contacto con
un editor de la ciudad y fue publicado bajo seudónimo adquiriendo gran fama en
poco tiempo.
Hoy en día es una de las obras más valoradas de la
literatura clásica.
1 comentario:
Una trágica historia que demuestra que lo importante no es cómo se empieza, sino cómo se acaba. Me ha gustado, Margarita. Gracias por el detalle. Me alegra haber colaborado un poco en la inspiración.
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