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viernes, 9 de febrero de 2018

El lagarto Juancho

EL LAGARTO JUANCHO

Juancho era un lagarto como todos los demás, su piel tenía tonos azulados y grisáceos.
Le gustaba tomar grandes  panzadas  de sol. Solía salir de su casa pasadas las once de la mañana.
Se tumbaba en la hamaca, en la puerta de su casa. Se ponía las gafas de sol y se preparaba un vaso de naranjada.
De vez en cuando pasaba por allí una mosca, él se hacía el dormido y cuando estaba cerca y no sospechaba nada abría la boca y se la comía de un bocado. Las moscas eran  su manjar preferido.
Así pasaba los veranos. Llegado el otoño ya notaba frio y se  guardaba en su casa, hasta que volvía a salir una vez calentase el sol en primavera.
Su casa estaba situada debajo de un árbol, en un campo  a las afueras de una gran ciudad.
Aquel año Juancho se guardó del frio como todos los años. Guardó su hamaca, su vaso de naranjada, sus gafas de sol  y cerró la puerta de su casa como siempre.
Lo que no sabía Juancho era qué  en ese invierno levantarían en su finca una urbanización.
 Al llegar la primavera Juancho se despertó y sintió la necesidad de tomar el sol y comerse unas  cuantas moscas. Cogió su hamaca, su vaso con naranjada sus gafas de sol  y se fue a abrir la puerta de su casa.
Tuvo que hacer un gran esfuerzo para abrir la puerta, pensó que se le habían atascado las bisagras y les puso unas gotitas de aceite.
Al salir a su campo no lo conoció. Su casa daba a una calle  llena de coches a gran velocidad, pitando frecuentemente.
Su árbol se había convertido en un semáforo  donde no paraba de lucir la luz roja  o verde.
Su sitio favorito de tomar el sol no existía ahora  no había más que grandes edificios que le daban sombra todo el día.

Mal humorado Juancho  tuvo que hacer la maleta, coger su hamaca, su vaso de naranjada,  sus gafas de sol y marcharse de allí buscando otro lugar más tranquilo.

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