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lunes, 25 de abril de 2011

3º fragmento de "la vida de Juanin

Al regresar a Madrid habíamos pensado en ir una semana hasta Extremadura para dejar todo preparado para el viaje a Biarritz. Nuestros planes se truncaron pues ella tenía cosas que resolver en Madrid con el administrador de su difunto marido. Como solo quedaban quince días para el viaje a Biarritz ella me dijo que fuera yo solo a la finca de Cáceres, pues casi sabía yo mejor que ella como funcionaba, así, ella podría quedar a resolver los problemas con el administrador, que la iban a tener ocupada toda la semana. Yo así lo hice y a mi vuelta le conté lo preocupado que estaba. Las cosas por allí estaban un poco revueltas. Una finca cercana a la de la marquesa había sido ocupada por unos jornaleros, con el lema de: “la tierra para los trabajadores”.
Yo había estado hablando con los trabajadores de la marquesa y estaban contentos con la patrona, pues desde que yo estaba con ella había influido en la mejora de mis antiguos compañeros, yo que tanta hambre había pasado no me iba a olvidar de mis compañeros, los únicos que me habían tratado con cariño en todo la vida.
El administrador también le había informado del malestar de las fábricas, a la marquesa y que podía correr peligro, por lo que había estado pensando en que una vez pasasen las dos semanas de Biarritz seguir viaje por Francia hasta ver lo que sucedía.
Dos días antes de nuestra partida recibimos un telegrama de Barcelona. Donde se le comunicaba a la marquesa: la gravedad de la situación de su madre. Salimos rápidamente con dirección a Barcelona temiendo llegar tarde y no encontrarnos a la señora con vida.
La madre de la marquesa al quedarse viuda había decidido volver a su añorada Barcelona. Se había instalado en la antigua casa de la familia, en la que vivió con su hermana mayor, que estaba soltera, hasta que esta se murió, un par de años antes. Cuando llegamos aun la encontramos con vida, mas muy debilitada, solo sobrevivió unas horas más. Estuvimos en Barcelona dos semanas para preparar todo lo concerniente al entierro y hacerse cargo de los asuntos legales que llevaba consigo la defunción. A la señora Ripoll la acompañaban un matrimonio mayor que llevaban trabajando con la familia toda la vida. La señora marquesa dispuso que se siguieran ocupando del cuidado de la casa. También estaba el ama de cría de la marquesa, una señora llamada Marian de unos cincuenta y tantos años. A la que la marquesa tenía mucho cariño, pues siempre decía que el único cariño de una madre lo recibió de ella, por lo que ahora no quiso privarse de su compañía y se la llevó con ella.
Volvimos a Madrid de donde salimos dos días después con destino a Biarritz, donde estuvimos durante un mes. La vida en Biarritz era parecida a San Sebastián, pero esta vez ocupamos unas habitaciones en un hotel cerca del balneario. Ella en una habitación tipo suite, y yo en la parte dedicada al servicio, juntó con los demás choferes y doncellas. En Biarritz coincidimos casi todos los que estaban en San Sebastián, incluso los mismos chóferes. Al acabar la estancia casi todos los españoles regresaron para España, pero la marquesa no estaba segura de que esa era la opción más correcta. Entre lo que yo le había contado de Extremadura, lo visto por ella en Madrid y las revueltas que ya empezaban en Barcelona había cogido miedo, además quería estar conmigo a solas como cuando estábamos en la hacienda en Cáceres. Nos mando preparar el viaje de regreso, pero la noche antes de partir me mando llamar a su cuarto y me confesó sus miedos. Yo también estaba de acuerdo con ella, pues había visto lo mismo. Temía por ella y por mí. Decidimos mandar a las tres personas que nos acompañaban en el tren diciéndoles que nosotros íbamos a quedarnos unos días más para hacer un pequeño viaje por los alrededores. Solo quedamos los dos y Marian. Nuestra idea era un viaje por toda Francia, tal vez por algún país más, hasta ver como evolucionaba la situación en España. Yo le propuse: qué porqué no nos alejábamos de las zonas más pobladas y nos adentrábamos en la campiña, donde podíamos ir sin llamar la atención como una pareja donde no éramos conocidos. A ella le pareció genial la idea y se entusiasmo con ella. Por lo que recorrimos el país. En la primavera llegamos a Paris, donde nos instalamos en la rúa de Montparnasse, allí la marquesa enseguida entablo amistad con un grupo de artistas algo bohemios. Que a mí no me hacían mucha gracia, pues enseguida vi que las intenciones eran las de vivir a cuenta del dinero de la marquesa. La relación nuestra se deterioro mucho a consecuencia de este grupo ella cada vez la veía más retraída y distante conmigo además estaba muy sensible, todo la hacía alterarse. Yo veía peligrar mi situación con ella y me estaba preparando para lo peor.
Un día me dijo: Juan vamos a ir a hacer un viaje por el norte de África. Hacía allí partimos con destino a Casablanca.
En el viaje también nos acompañaron una pareja de los nuevos amigos conocidos en Paris. Él era pintor y la chica su musa, de todos, estos eran los únicos que a mí me cayeron bien. Los primeros días ella se volvió a comportar con cariño conmigo. Más al cabo de ese poco tiempo, parecía que no me quería ni ver. Yo pensé que como ya llevábamos tres años juntos, ya estaba harta de comer siempre de lo mismo. Encima apareció en escena un morito que había en el servicio, con él cual la pille varias veces cuchicheando por lo bajo. Yo me sentí humillado, creí ser un criado molesto, pues yo sabía mucho de ella, mas yo como había recibido tanto no quería hacerle daño, pero viendo que el fin estaba próximo decidí salir corriendo a la primera de cambio, eso sí con algo de dinero y alguna joya de la señora, que no era cosa de andar necesitado, me embarqué por medio Marruecos sin dirección fija a buscar la vida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un trabajo muy interesante, lo seguiré de cerca, seguro.

Anónimo dijo...

Pelagio es mi nombre de guerra en el mundo de la literatura. Soy Diego Castro, administrador del grupo Escritores indpendientes de facebook. Un saludo.